sábado, 31 de octubre de 2009

Ana Luisa Miller enero de 1992



Caso Ana Luisa Miller.enero de 1992.

La desgracia tocó a Carrasco. A diferencia del caso de Jonathan, que fue su edad e inocencia que lo transformó en un caso de portada y de gran interés social; ahora participaban otros valores, dinero y familias de renombre.
El corazón de carrasco vibró con la cruel noticia. Había sido asesinada un primero de enero de 1992 en horas de la mañana y cubierto por una serie de incoherencias y desacuerdos por parte de los involucrados. Existía un cuerpo, pero no un móvil y sí varios sospechosos. Un halo de misterio envolvía una serie de asesinatos no resueltos en la zona de carrasco ocurridos solo un breve tiempo atrás, como el caso de Andrea Castro, una chica de quince años y que aún su asesino continuaba suelto.
Dentro de esa situación y varios días después de las primeras investigaciones es que hago el primer contacto con el caso. Igual que la primera vez que participé en un caso en apoyo a la policía, el contacto vino a través de Fabio Puentes. Hacía varios días que él estaba participando en el caso, utilizando la hipnosis como un elemento más para la investigación. Además fue el primer caso en Uruguay que se pidió ayuda al FBI, participando un agente de esta organización con un detector de mentiras, todo un acontecimiento en la historia policial de nuestro país.
Como siempre me agarró trabajando en medio de una propuesta publicitaria. Era temprano en la mañana y la verdad es que la llamada de Fabio no me sorprendió; quizás las noticias dadas por los informativos no muy positivas de la investigación me daban la pauta que podrían llamarme para colaborar.
Uruguay casi Fernández Crespo. Era la dirección de una automotora de unos amigos de la familia Miller donde se encontraba el Fiat uno color gris; escenario donde aconteció el homicidio. Bajando una larga y oscura rampa al final de un amplio local y en un rincón de la parte más olvidada, me encontré cara a cara con aquél misterioso vehículo.¿Podría ser capaz de interpretar en él ,algo de lo que aconteció aquel primero de enero en horas de mañana? Lentamente me acerqué y me dispuse a abrir la puerta del conductor. Inmediatamente observé el desorden reinante en el interior del vehículo. No había duda, la policía técnica ya lo había revisado y por supuesto, no quedaba un lugar en el tablero y tapizados que no tuviera algo del polvo utilizado en búsqueda de huellas, rastros de pinceletas de polvo negro por todos lados, incluso los parabrisas y lunetas traseras tenían rastros de haber sido revisadas. El asiento del acompañante que era el lugar donde Ana Luisa encontró la muerte se encontraba echado hacia atrás, quizás una nueva maniobra de policía técnica buscando pistas. Me llamó la atención la falta de cinturones de seguridad en ambos lados del vehículo; después me enteré que habían sido enviados al forense para cotejarlos con la marca dejada en el cuello de Ana Luisa, la cual aparentemente le ocasionó la muerte.
En medio de este panorama, me encontraba intentado concentrar y esperando que me viniera aunque sea solo algo de lo que había ocurrido esa dantesca mañana. Pasaron los minutos y nada significativo se me pasó por la cabeza, solo una desagradable sensación de estar en un lugar que hace pocos días había sido testigo de un cruel asesinato. Pero hay algo que he ido aprendiendo con el tiempo, y es a no hacerme mala sangre si no me vienen percepciones en seguida y en forma fluida; se que no debo exigirme ni esforzarme. Si estas vienen, vendrán solas. A veces enseguida, otras no tanto.
Me retiré de la automotora y nos dirigimos a la Central de Policía de Montevideo en San José y Yi. Una vez en ese lugar nos presentaron a dos investigadores del caso que nos acompañaron a una gran sala de reuniones. Nos presentaron a Fabio Puentes y a mí, al último testigo en ver con vida a Ana Luisa Miller. Un vecino gordito de unos cincuenta y pocos años que vivía frente a la costa donde aparentemente el Fiat uno gris había estado estacionado. El había visto a tres personas discutir y correr alrededor del coche; pensó que estarían pasados de copas dado la fecha acontecida, y entró, restándole importancia al asunto, hasta que al otro día escuchó la noticia del asesinato y se presentó a declarar.
Luego de esa declaración el testigo se retiró y comenzaron a entrar gran cantidad de policías, incluyendo Jefe de Policía y una alta cúpula del comando a cargo de la investigación. Asistentes con block de notas y una gran grabadora en el centro de la mesa.
Me costaba creer que estaba viviendo tal experiencia, pero por otro lado la curiosidad propia del ser humano me daba fuerzas para seguir probando hasta donde es posible continuar...
En medio de esa tirante escena es que comienzo a ser parte necesario de la investigación y a continuación, Fabio me pregunta a ver si puedo intentar concentrarme para ver algo.
Intento olvidarme que soy observado por una veintena de dobles ojos y dejo la mente en blanco, para intentar recibir lo que venga; curiosamente comienzan a venir una serie de objetos sobre fondo blanco y dadas las circunstancias (pese a no tener mucho sentido para mi), comienzo a describirlos: veo... cinco patos verdes en línea...un toro negro bufando sobre un fondo rojo....dos latas de coca cola...un anillo de plata con una piedrita rosada y lo asocio a un acontecimiento muy importante como un cumpleaños.....mocasines marrones con hebillas tipo ojos, el derecho tiene una mancha.....un cinto con hebilla con iniciales H.S.......Y veo un grupo de personas y una de ellas de distingue porque tiene un extraño brillo en la cabeza....... De pronto siento un gran golpe sobre la mesa seguido de...¡ ACÁ SE FILTRÓ INFORMACIÓN! Asustado abro los ojos y veo al comisario inspector mirándome con cara de sorprendido, como esperando saber quien me había pasado esa información. Yo lo miro y le respondo que a mi criterio estaba diciendo un montón de disparates. Luego de unos segundos de meditación y analizándome visualmente, me contesta, “¡ que van a ser disparates chiquilín¡” ;y le pide al asistente que traiga los elementos de prueba que tenían del sospechoso. Por la cara del asistente, no hay duda que él sabía lo que había en esas dos bolsas blancas de supermercado. Una vez sobre la mesa quedaron ahí por largos segundos, hasta que el comisario le dijo: “muestre, muestre lo que hay”. El asistente con un accionar trémulo comenzó a sacar los elementos que se encontraban dentro de las bolsas: dos latas de Coca Cola....,una camisa blanca con rayitas celestes...,un pantalón color crema ( marca LOIS ), en su etiqueta un toro negro bufando sobre fondo rojo...,en su parte interna y a modo de contra cinto grupos de cinco patos verdes en línea....,un anillo de plata con una piedrita rosada (regalo del cumpleaños de quince de Ana Luisa)....,dos mocasines marrones con hebillas tipo ojos, el derecho con una mancha oscura central....,y para colmo, la última foto sacada a la joven asesinada, fue en una fiesta de fin de año en Old Cristian el 31 de diciembre de 1991. En dicha foto se encuentra un grupo de unas treinta personas, entre ellas Ana Luisa y el novio que tenía el pelo engominado (brillo en la cabeza).
La sorpresa de todos los presentes incluyéndome, se vio interrumpida por una pregunta a viva voz ¿Y el cinto con la hebilla? ¿Dónde está el cinto? o usaba pantalón sin cinto le recrimina el comisario inspector a su asistente. Este contesta: “creo haberlo visto con un cinto con hebilla con iniciales cuando el sospechoso trajo la ropa”.
“Quiero el cinto hoy mismo, me oyó, que aparezca hoy mismo” le recriminó el comisario inspector al asistente.
El sospechoso era Hugo Sapelli. Me enteré de su existencia y de su nombre en ese lugar y en ese instante. Las coincidencias eran asombrosas. La mente es increíble. No sé si percibí o simplemente ocurrió telepatía entre alguien que conocía el caso muy de adentro y yo. No deja de ser asombroso el grado de exactitud de las cosas y los detalles en que coincidían, y la importancia de ver y de decir cosas que parecen desubicadas o que racionalmente no tendrían nada que ver con el asunto, pero a la postre pasan a ser las únicas pruebas existentes en el caso y sumamente protegidas por el presumario, o sea que eran muy pocas personas que conocían de su existencia.
No necesariamente las percepciones indican un asesino o elementos que lo inculpen, pero son una parte más en el conjunto de elementos que se manejan a lo largo de una investigación de estas características.
En este caso la policía resolvió el caso a su manera, Pablo Goncalvez se llevó los honores.

2 comentarios:

  1. Buenas noches, para ti Pablo Goncalvez es el asesino de Ana Luisa Miller??

    ResponderEliminar
  2. "...asesinatos no resueltos en la zona de carrasco ocurridos solo un breve tiempo atrás, como el caso de Andrea Castro, una chica de quince años y que aún su asesino continuaba suelto." Equivocado, esta chica fue asesinada NUEVE meses después de Miller. Muy rara la equivocación para un clarividente...

    ResponderEliminar